viernes, 3 de mayo de 2013

"Si grita, suéltale", de Chester Himes.


Y de autores sobrevalorados a títulos menospreciados.

De Chester Himes únicamente interesan, a RBA y a Akal, las historias de Ataud Johnson y Sepulturero Jones. Las obras sociales se las dejaron a Mondadori y a Mario Muchnick, que lo intentaron, pero finalmente han sido descartadas en los últimos planes quinquenales de cualquier editorial conocida.

Quien quiera disfrutar, y educarse, con "Si grita, suéltale", (lo correcto es suéltalo, y lo discuto con cualquier leísta) la primera novela, no escrita, sí publicada, de Chester Himes, tendrá que perseverar, y madrugar. Eso sí, hay premio.

La portada concebida por la histórica Ediciones Júcar para su colección Gran Etiqueta es tan fea que me abstengo de exponerla. Tan representativa, a pesar de ser publicada a finales de 1989, cuando se empezaba a ver la luz más allá de las hombreras, de una década totalmente desorientada en cuestiones de diseño que por cincuenta céntimos te la malvenden, un domingo a las ocho de la mañana, en el Charco la Pava.

Casi setenta años después de su publicación, "Si grita, suéltale" es, para un privilegiado burgués europeo del sigo XXI, sin más prejuicios que los inconscientes, una novela esclarecedora, fascinante y estremecedora, a la que nunca se le ha hecho justicia.

Su autor, el hijo furioso de una raza ultrajada, un atormentado a disgusto en la sociedad que le rodeaba, un revolucionario que reclamaba cambios drásticos y efectivos, era, más que un adelantado a su tiempo, un evadido de su presente, un desesperado confiado en el futuro. Y sus obras, ahora lozanas, en su momento fueron menospreciadas, o consideradas impublicables. Su primera novela, "Tirar la primera piedra" tuvo que esperar diez años a un editor con la valentía suficiente.

La rabia y las urgencias de Chester Himes son tales que prescinde de adornos. Y su convencimiento hace innecesarias las innovaciones. Busca un estilo sencillo, abrupto, que no empañe ni distorsione la veracidad, y que permita a "Si grita, suéltale" funcionar tanto en el plano realista como en el alegórico.

Un primer estrato, directo y brutal, violento y rabioso, es la recopilación de comportamientos, actitudes y gestos, objetivamente descritos, por medio de los cuales se manifiestan la arrogancia, el cinismo y condescendencia de unos, la mansedumbre, la impotencia y la cobardía de los otros.

Por otro lado, con naturalidad y fluidez plantea las situaciones precisas que permiten la inclusión de una disputa intelectual mucho más elevada y trascendente. Un debate donde están representados y desarrollados todos los argumentos y puntos de vista, radicales, tolerantes, irracionales, conciliadores, dogmáticos y pragmáticos.

La figura de Chester Himes va más allá de la de poseedor y transmisor de una pasión ciega e irracional. Por encima de toda su cólera hay una conciencia de lo ponzoñoso y autodestructivo de ese sentimiento. Y por detrás de su angustia hay una inteligencia irrebatible en su razonamiento, y una aterradora lucidez sobre la inutilidad de ese patrimonio.

Mi más incondicional admiración a este autor. Tanto al treintañero que seguramente despreciaría este halago, como al que, posteriormente, espero que encontrase en Europa, primero en París después en Almería, serenidad y paz merecidas.