martes, 20 de noviembre de 2012

"Muerte en verano", de Benjamin Black, vs...


Las historias son sus protagonistas.

Está todo contado. Se podrá ser más enrevesado o truculento, lo cual no es igual que ser original.

Los personajes son los que deben marcar la diferencia. De eso, afortunadamente, ya se han dado cuenta en  la televisión. 

También lo entiende así, y lo demuesta con "Muerte en verano", Benjamin Black, seudónimo con el que publica sus novelas detectivescas el irlandés John Banville, al cual, como tal, no he tenido oportunidad de leer.

Por principio y por necesidad, también por entretenimiento, los libros que aparecen, y aparecerán, aquí son obsequios, regalos, comprados en librerías de segunda mano, físicas o virtuales, en ferias de libro antiguo y de ocasión, en diversos rastros y mercadillos, o, como mucho, aprovechando alguna oferta, saldo o descuento. Y hasta ahora no se me ha puesto a tiro una ejemplar de John Banville con ese nombre en la portada, en negro sobre el fondo amarillo propio de Anagrama.

De cualquier forma, no existen obras menores, bromas privadas, experimentos ni divertimentos. Cuando uno es bueno, lo es siempre, aunque se distancie de alguna de sus creaciones. "Muerte en verano" no es, con ese final algo anodino y unos indicios ofrecidos con cicatería para que cundan, una gran novela de misterio. La trama es elemental, anecdótica, un componente secundario, estructural, un pretexto para escribir lo que sí es, una gran novela cimentada en los personajes.

Tanto en la magnífica, y en todos los aspectos mejor, "El secreto de Christine" como ahora en "Muerte en verano", el principal patrimonio lo constituyen sus protagonistas y su tratamiento. Unos actores verosímiles, naturales, complejos, cautivadores, que no son descritos por Black/Banville, sino que son ellos mismos los que, enfrentados a diversas situaciones comunes y cotidianas detalladas con una pulcritud y precisión que las convierten en cuadros singulares, demuestran cómo son con sus palabras, sus gestos y sus silencios.

La resolución de "Muerte en verano" me ha recordado una lectura de este último agosto que, por decepcionante y bochornosa, no tenía pensado mencionar. Se trata de, no es ironía,  "Un paso en falso", del noruego Kjell Ola Dahl, para los amigos K. O. Dahl, quien precisamente tiene otra novela titulada "La muerte en una noche de verano".

La similitud de aspectos fundamentales de los argumentos hacían ineludible una confrontación, a la vez desigual y reveladora, entre Muerte en verano" y "Un paso en falso".

Y es que mientras una es mucho más que una novela negra, la otra es apenas una novela negra más.

Mientras una es una historia con carácter, escrita con esmero, perspicacia y preocupación por el detalle, la veracidad, por procurar una atmósfera propia creíble donde se mueven un elenco completo y humano, la otra es un relato convencional y estereotipado, repleto de lugares comunes, escenas trilladas y tópicos perfiles.

Mientras una esparce las pistas, muy dosificadas eso sí, con honestidad, la otra es una intolerable sucesión de celadas, distracciones, obstáculos y dilaciones.  

Y los finales, con sus implicados mirando al mar, unos desde lo alto, los otros en la orilla de la playa, son uno frío, sobrio, real y triste, el otro fallido por obvio y ridículo por impostado.

Ambas lecturas, y su posterior comparación, son una prueba de que son preferibles las historias sencillas, auténticas, protagonizadas por personajes sólidos y sustanciosos.

Más información sobre John Banville"Muerte en verano"K. O. Dahl o "Un paso en falso".