miércoles, 15 de febrero de 2012

"El arte místico de limpiar los rastros de la muerte", de Charlie Huston.

Ya ha sido elogiada la obra de Rodrigo Fresán. Quedaba valorar su gusto, juzgar su criterio como responsable editorial de la colección "Roja & Negra". Surge la oportunidad con "El arte místico de limpiar los rastros de la muerte", novela que llama la atención tanto por su original título como por las buenas opiniones que sobre ella han dado los que la han leído.

Me sumo a esos juicios y celebro el acierto del editor. Lo que no entiendo es la pertinencia de su prólogo. Comparto sus comentarios sobre lo artificiales, ajenos y fríos que son los guiones de "CSI", y lo ridículos, fantásticos y melodramáticos que son los esquejes plantados en Miami y New York, así como sus temores de que broten otros aquí cerca. "Homicidios", ese híbrido con "El mentalista", parece que no agarró. Pero no creo que sea la referencia más acertada, salvo por la más radical oposición. "El arte místico de limpiar los rastros de la muerte" nada tiene que ver con una investigación criminal, más bien con meterse en un lío gordísimo e intentar salir de él evitando que intervengan las fuerzas de orden público. Y el vínculo con la ciencia forense es tangencial. Se trataría de tareas anteriores o posteriores, de limpiar lo ya inspeccionado o de no dejar pistas de lo sucedido a la policía.

Si Rodrigo Fresán quería apoyarse en un producto televisivo para desarrollar la presentación debería haber escogido otra serie, "Justified". Sin la misma solera ni repercusión pero infinitamente más real, su origen está en un relato de Elmore Leonard, el cual aparece en los títulos como productor ejecutivo, participa en los guiones, sobre todo de la segunda temporada, y por una vez está encantado del tratamiento que tienen sus criaturas en la pantalla, sea ésta grande o pequeña.

Charlie Huston no puede negar la influencia de Elmore Leonard. Influencia que es evidente en el dibujo de esos personajes peculiares y sin embargo cotidianos que arrastran un pasado, con muchos defectos y escasas virtudes, condenados por su estupidez o salvados por su astucia, ninguno sobrado de principios morales, lo más con una ética amoldada a las circunstancias, y todos ellos, por activa o pasiva, aptos para una carcajada.

También es evidente el ascendiente en la construcción de la historia. Nada de resolver un crimen misterioso, sino provocar la concurrencia, por circunstancias o casualidades, de unos personajes variados y pintorescos, todos con su personalidad bien definida, sea cual sea su transcendencia, colocarlos en situaciones extremadamente complicadas y que la emoción esté en saber cómo éstos, y el autor, logran salir de esa.

En el penúltimo número de Qué Leer, con la excusa de la publicación de "Perros callejeros", aparece un artículo, en forma de decálogo, sobre Elmore Leonard y cómo concibe él que debe ser una novela negra. Discúlpeme el, o la, responsable del artículo porque no la, o lo, mencione, pero es que tiré el ejemplar y en la página web no aparece su, o su, nombre. Tampoco recuerdo más que cuatro de los puntos, uno por sincero (Todo por dinero), los otros tres por acertados. Charlie Huston cumple dos de estos tres y, viendo el cinismo que supura su obra, seguro que el primero también.

Los diálogos, además de ingeniosos, creíbles y algunos desternillantes, son directos. Nada de Yo dije o respondió aquél que interrumpan el ritmo. El lector es inteligente y sabe qué dice cada cual. Tampoco hay que pararse en descripciones de los personajes, como mucho alguna referencia o pista intercalada en la narración o en los diálogos pero dejando mucho margen, cediendo la responsabilidad, a la soberana imaginación del lector.

La última regla decía algo así como que si un texto suena a literatura hay que reescribirlo. Es este factor el que Charlie Huston no tiene todavía dominado. Hay una serie de reflexiones y observaciones, inteligentes, cuya inclusión es forzada y que chirrían por literarias. Darle darle peso a la historia acarrea dos consecuencias, por un lado le otorgas enjundia, por otro la lastras, y no sólo se reduce la vertiginosa velocidad de crucero, buscada y lograda cumpliendo las reglas anteriores, sino que se producen parones notables.

En cualquier caso magro defecto es ser acusado de literario. Mucho mayores son los méritos de este inteligente, entretenido y muy divertido libro. Espero impaciente las nuevas novelas que, aprovechando estos jugosos personajes, escriba Charlie Huston

Y esa serie basada en esta historia que, según Rodrigo Fresán, tiene proyectada la HBO.