miércoles, 3 de octubre de 2012

"Pasajero K", de Adolfo García Ortega.


Se dice que honra merece quien a lo suyo se parece. Pues "Pasajero K" es un noble fruto de este momento tan complicado. Ese mérito tiene al menos. 

Lo que ya no tengo tan claro es si será la novela más recomendable para leer en estos tiempos. Eso depende del estado de ánimo de cada uno. Se requiere estar exultante.

Y es que Adolfo García Ortega ofrece una, por real más desalentadora, representación de Europa donde los ciudadanos son hijos no buscados ni deseados, molestias resultantes de uniones accidentales, frágiles e inmaduras.

Así, abandonados por sus progenitores, sin referentes, dirigentes, ni modelos, escépticos, traicionados, erráticos, tal vez tengan claro a donde quieren ir, y lo que no desean para sí, pero fuerzas mayores los obstaculizan, los extravían, o los dirigen en sentido contrario.

Además, esta Europa, permisiva, endeble y desorientada, mira hacia otro lado, esconde o consiente la existencia, no debajo, ni detrás de ella, sino plenamente integrada, de la denominada, para distanciarse y minimizarla, "otra" Europa, amoral, atroz y cruel.

Un panorama muy alentador y estimulante.

Todo ese pesimismo, ese desánimo, a Adolfo García Ortega lo supera y lo domina. Su incredulidad se transforma en apatía. Escribir se convierte en una tarea rutinaria. Y no se le puede exigir al lector entusiasmo si éste no percibe pasión en el autor.

"Pasajero K"  es una sucesión monocromática de escenas, una oscura exposición de ideas, que no ofrece luz alguna que anuncie el final del lóbrego, claustrofóbico, monótono túnel que describe. No hay, por tanto, motivos para la esperanza (tampoco razones que justifiquen los cambios de voz, ni reglas que sustenten algunas puntuaciones, objetables).

El camino es transitado sin convicción, primero por el escritor y después por el lector. Cualquiera de los frentes abiertos planteados están llenos de tópicos, conversaciones artificiales y situaciones increíbles que generan, por lo menos, indiferencia.

La trama central, plana y carente de tensión, languidece desaprovechada. La maternidad de la protagonista femenina es un intermitente y melodramático recurso de contraste, ineficaz herramienta para incitar la reflexión. El pobre y manido dilema edípico-existencial de quien da título al libro, tiene cierto valor como símbolo pero está resuelto sin verosimilitud, imaginación u originalidad. Únicamente la posibilidad de un romance, latente hasta el final, una puerta con la llave en la cerradura que nadie osa abrir, da lugar al momento más lúcido del pasajero K.

Consultando sus datos biográficos descubro que ya he leído a Adolfo García Ortega. De vez en cuando se planta mi suegra en casa con libros que le han dado en el trabajo. Lo normal es que ni mire para ellos, pero da la casualidad que el único que he leído es "Lobo". De esto puede que haga ocho años, y el escaso recuerdo que tengo es algo más favorable.

En cualquier caso, a Adolfo García Ortega le es perfectamente aplicable lo que un crítico un día sentenció sobre las películas de su personaje: "Se niegan a dar más de lo que parecen estar dando" (página 96, en la edición de Círculo de Lectores). Son tan acertadas estás palabras, que no me cabe duda de que él mismo las leyó en la reseña de alguno de sus libros, las aceptó con deportividad, y las ha aprovechado en un irónico detalle.

Más información sobre "Pasajero K" y Adolfo García Ortega.

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