martes, 18 de septiembre de 2012

"Una oración por Katerina Horovitzová", de Arnost Lustig

Por fin un libro tan elegante por fuera como hermoso por dentro.

Una historia tremenda, un relato rotundo, sencillo y elocuente.

Un regalo perfecto para lectores con un mínimo de celo, sentido y sensibilidad.

Una lectura obligada, de las que se recuerdan porque te enriquecen.

Es la primera vez que Editorial Impedimenta cumple plenamente con las expectativas que la habitual magnífica apariencia externa de los ejemplares que publica provoca.

Y es que la esperanza es lo último que se pierde. Había mucha confianza en el acierto de Editorial Impedimenta en la tarea de búsqueda y redención que, como las demás pequeñas editoriales,  viene realizando. Con "Una oración por Katerina Horovitzová" han dado en el centro de la diana.

No como otras (Editorial Funambulista), en algún caso de reciente lectura ("Rehenes").

"Una oración por Katerina Horovitzová" es tanto una narración auténtica y reveladora como un relato lírico y alegórico. La realidad, si es descabellada, llega a ser inasumible. La incapacidad de, no ya comprender, simplemente soportar tanta desdicha, tanta injusticia inconcebible, desemboca en la denigración, provoca la destrucción del orgullo, de la voluntad y de la personalidad, lleva a la consecución de los objetivos del enemigo.

La desesperación, la incredulidad son antinaturales; vano el ansia de explicación para el aberrante presente, de justificación para la prolija crueldad y la humillante hipocresía. La alternativa a la alienación, a la derrota, es la evasión.

"Una oración por Katerina Horovitzová" es una historia específica y verosímil que habla de víctimas y verdugos, que refleja la variedad de reacciones de aquéllos y la uniformidad de los comportamientos de éstos. Además es una sagaz y pedagógica sinécdoque, por medio de la cual Arnost Lustig ofrece un esclarecedor diagnóstico, una asequible explicación de dolorosa belleza y simbolismo elemental pero eficaz.

Todo se reducía a una cuestión económica. A partir de ahí surgió un guión, acompañado de una escenografía, un vestuario, un reparto artificiales. Un argumentario que no necesita ser cierto, siquiera lógico. Será irrebatible con ayuda de la fuerza y el terror. Todo para enmascarar la finalidad, arrebatarle a una parte de la población su patrimonio económico, minar su moral, vejarlo y, ya puestos, extinguirlo.

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