viernes, 27 de julio de 2012

"Rehenes", de Stefan Heym.

Menudo lío tienen montado en Editorial Funambulista

Otras editoriales pequeñas, como Libros del Asteroide o Impedimenta, demuestran tener bien definida una línea editorial que garantiza a los lectores lo que se van a encontrar al abrir un ejemplar suyo.

Si los de Editorial Funambulista simplemente hubieran optado por el eclecticismo la decisión sería respetable, y valiente la asunción del riesgo que supone generar inseguridad en el comprador. Las sorpresas pueden ser buenas, pero también malas, y a uno le puede gustar aventurarse confiado en las propuestas del editor o recelar temeroso por la incertidumbre.

El problema va más allá. Indagando en su página descubres que hay varias colecciones, lo cual no aclara nada. Navona editorial también tiene hasta cinco colecciones y se percibe la coherencia tanto en cada una como entre todas, además de guardar una práctica y conveniente uniformidad externa. En cambio, lo de Editorial Funambulista es un caos en el que no se ve, en unos casos, el criterio aglutinador y, en otros, la razón de la existencia de alguna categoría. Además, físicamente, los ejemplares de la misma colección son diferentes y los que pertenecen a colecciones distintas son similares.

Unos libros atractivos y elegantes, eso sí, pero son mírame y no me toques. No hay en el mercado otros que menos soporten tenerlos entre las manos, que se ensucien más y envejezcan peor.

"Secretas injusticias" y "El danés serbio" son títulos cuyo buen recuerdo han hecho que ahora abriera "Rehenes". Al parecer, a pesar del aspecto parecido en un caso e idéntico en otro, cada uno pertenece a una colección distinta. Éste último a una colección que alterna los libros de papá, con los de japonesas contemporáneas, o los de jóvenes añosos españoles con los de exitosas púberes francesas. O naturalistas con malditos.

"Rehenes" es publicitado como El mayor best seller durante la II Guerra Mundial en EEUU. Quizá sea una pena que, en su momento, fuera imposible su publicación en la España franquista, donde era inaceptable un discurso tan explícitamente nihilista o idealista, además de antibelicista y socialista. Setenta años después, demasiado tarde para redimir injusticias, lo que tenemos entre las manos es una historia maniquea y envejecida con un mensaje anticuado y polvoriento.

El relato tiene un ritmo desigual, que arranca ágil, aunque tópico, para después, sometido a toda la ideología que tiene que acarrear, avanzar a trompicones previsibles. Tanto el argumento, una sucesión de escenas artificiales y efectistas, como los personajes, arquetipos reconocibles por repetidos, rígidos e incómodos, son, uno, un mero armazón predecible que engarce y justifique los alegatos lanzados por, los otros, unos instrumentos de propagación ideológica.

Tampoco los alegatos han soportado mejor el paso del tiempo. La diatriba libertaria y antifascista, por incontestable, no genera debate. El existencialismo está más que consolidado como para que ahora suponga polémica alguna. Y en cuanto a las referencias utópicas a un nuevo mundo que está por llegar, si Stefan Heym se refería al ejemplo de su querida RDA, no hay añoranza más rancia, fracasada y superada. Si, por otro lado, se quiere entender como una alusión a soluciones socialdemócratas más moderadas y actuales, sí que ahí para gustos están los colores.

Hay dos autores, dos auténticos best seller de la época, que, aunque continuamente me los encuentro a muy buen precio, nunca me han llamado la atención: W. Somerset Maugham y Lajos Zilahy, precisamente éste tratando de ser recuperado por Editorial Funambulista por medio de la Biblioteca Lajos Zilahy. Leer "Rehenes" no ha conseguido otra cosa que reafirmarme en la idea de la carencia de interés de autores que por alguna razón están olvidados, por mucho que vendieran en su momento.

Puestos ha recomendar una buena historia, menos ideológica, más moderna, real, ambigua y contradictoria, que poco tiene en común con "Rehenes" salvo el telón de fondo, el momento y la ciudad que son los que me la han recordado, es "La hora estelar de los asesinos". No sé cómo se habrá vendido, si fue mucho o poco, qué importa eso.

Más información sobre Stefan Heym y "Rehenes".

miércoles, 18 de julio de 2012

"Claroscuro", de Nella Larsen

Un libro muy, pero que muy, interesante este "Claroscuro". Todo un acierto el de Contraseña, otra pequeña editorial maña, su descubrimiento para los lectores en castellano.

No la llamaría novela. Y no sólo por su tamaño, ciento noventa páginas menos treinta y seis del prólogo de Maribel Cruzado Soria. Quita también el título, la dedicatoria, la cita, los encabezamientos de cada una de las tres partes, la nota final de los editores y el índice. En total, poco más de ciento cuarenta, con caracteres New Baskerville de buen tamaño.

Ni siquiera novelita. Por su eficaz sencillez, por lo austero de su planteamiento, o por lo directas que son las intenciones de la autora, "Claroscuro" es un cuento largo. Incluso estaría más cerca de ser una pieza teatral, ya que la ausencia de acción, la sobriedad de escenarios, junto con el imperio de los gestos y palabras de los personajes, facilitan su transcripción al medio dramático.

Nella Larsen, parecer ser, se dijo voy a escribir poco pero lo voy a hacer bien, concisa y elegante, cuidando la sintaxis. A Nella Larsen le gustaban las joyas, y quiso crear su propia gema, elemental, pura. El color era lo de menos, siempre que fuera hermosa, brillante, precisa, afilada. Y con muchas facetas donde reflejarse.

El resultado es una historia aparentemente íntima y doméstica, que aborda y disecciona las ambiciones, esperanzas, deseos y temores que cimientan la construcción y desarrollo de cada proyecto familiar, o los pulsos, tensiones, dudas y crisis que gobiernan la evolución de las relaciones de pareja. Por encima, el objetivo fundamental es el de concienciar al lector sobre conceptos como el de la discriminación o el de la conciencia de raza, lo que es muy instructivo para los privilegiados desconocedores de su existencia.

Aunque sea una historia básicamente de mujeres, y de mujeres negras, "Claroscuro" no es ni feminista ni combatiente con la causa racial. Es una obra que supura sensibilidad y sentido común. Piedad no. La autora demuestra que tanto que los hombres somos previsibles y medrosos como las mujeres, además de complejas y apasionadas, son también complicadas e impulsivas; que tanto los blancos eran brutales e injustos, y los negros agraviados, como las comunes debilidades, miedos y pasiones los igualan.

El gran mérito de Nella Larsen está en la objetividad en la exposición. Construye unos personajes provistos de los matices necesarios para sus (de ella) intereses. Colocados en situaciones meditadas, ofrecen el abanico completo de alternativas, fundamentan argumentos opuestos, y suscitan preguntas que permiten la reflexión, el debate y el análisis. Y para no decantar las conclusiones hacia un lado determinado, no es misericordiosa con  ninguna de sus criaturas. Ni tampoco fue una mujer feliz.

Las similitudes personales con el personaje que, aunque narrada en tercera persona, establece el punto de vista de la narración, hacen pensar que hay mucho de autobiográfico en esta historia. Si además es especialmente inclemente con dicha figura, sobre todo a partir de la segunda parte, la conclusión es que era dolorosamente lúcida, consciente de sus defectos, y que la literatura fue la purga, la terapia o su penitencia auto impuesta.

Una posdata para Pepa Linares, la bregada traductora, a falta de mayor responsable de un título un tanto burdo, y poco sutil. Es posible que el original sea intraducible, que su versión literal carezca de sentido porque gran parte del mismo se pierda en el tránsito, o que una opción más respetuosa carezca de atractivo, pero a quién se le ha ocurrido un título tan poco sutil. Si no es tarde aún, ofrezco una alternativa para una ediciones futuras, "Café con leche".

Sinopsis, y más información sobre "Claroscuro" y Nella Larson.

miércoles, 11 de julio de 2012

"La juguetería errante", de Edmund Crispin.

Editorial Impedimenta estaba castigada. Después de las decepciones que supusieron "La hija de Robert Poste" o, anteriormente y en mayor medida, "Botchan" decidí mantenerme alejado de la tentación que son sus libros.

Serán los más bonitos que se pueden encontrar en una librería, pero su lectura fue perniciosa para mi estabilidad. Me generaron dudas sobre mi sentido del humor, aptitud y sensibilidad, al ser incapaz de percibir la perspicacia y ternura de una de las más hilarantes y entretenidas novelas japonesas de todos los tiempos, ni de degustar la considerada la novela cómica más perfecta de la literatura inglesa del siglo XX.

Más marginado te sientes cuando compruebas que una va por la decimoctava edición y el otro por la duodécima, sin que te consuele la certeza de que sus tiradas no son las del Premio Planeta. Únicamente te alivias pensando que la población esta envejeciendo, que la gente es muy curiosa, o que la mayor parte de los libros son comprados para regalo. A eso se agarra Editorial Impedimenta, y no tiene rival.

Ahí tenemos, por ejemplo, "La juguetería errante", una preciosidad. Cómo voy a culpar a mi mujer de haber picado, o a hacerle responsable del fin de la cuarentena con ocasión de mi santo. No había libro más elegante en toda la librería. Además el fajín decía que es un auténtico clásico de la novela de detectives inglesa, considerado una cumbre indiscutible del género. Causa furor. Ya va por la quinta edición, cuando mi ejemplar es de la tercera edición, y no hace ni quince días.

¿Y después de leerlo, qué? Pues mejor. A diferencia de Stella Gibbons o Natsume Soseki, sí se merece otra oportunidad Edmund Crispin. Tengo curiosidad por ver cómo evolucionan las aventuras de Gervase Fen y se me ha pasado el enfado con la editorial, aunque sigo pensando que sus libros son manifiestamente más atractivos por fuera que por dentro.

No es un acontecimiento editorial, el descubrimiento de un supuesto clásico de la novela detectivesca. Si en España, hasta ahora, apenas se podían encontrar tres títulos suyos, "Muerte en el colegio", "Enterrado por gusto" y "El caso de la mosca dorada", éste último incluido en la reputada colección Selecciones del Séptimo Círculo de Alianza Emecé, no será porque se trate de un postergado dichosamente rescatado.

A tenor de lo visto con "La juguetería errante", estamos más bien ante un autor popular, cuya imaginación se manifiesta en la tan original como confusa trama, cuya cultura se constata por la ingente cantidad de citas literarias y referencias mitológicas e históricas, reto superado para José C. Valés*, y, por encima de todo, cuya inteligencia se demuestra con su sentido del humor, principal mérito de la obra.

*Una pregunta, querido José C: ¿Pesadillesca? (página 140) Falta una nota a pie de página más, que justifique el uso de ese palabro, tal vez por la existencia de otro semejante en la versión original. 

"La juguetería errante", es fundamentalmente una perspicaz y deliciosa sátira que, al contrario de lo que se pueda presumir al transcurrir en Oxford, no se ceba con el mundo académico. Estudiantes y profesores son tratados con igual desconsideración que el resto de los miembros de la sociedad. Sí es Edmund Crispin incisivo con sus disidentes juicios literarios, transmitidos por diversos medios, el menos sutil pero más ocurrente de los cuales es un provocador juego en el que los protagonistas evocan al cura y al barbero en la biblioteca de Alonso Quijano.

El problema está en que como novela de misterio, que es lo que se supone que es según el marchamo con el que se vende, apenas tiene interés. Las razones que motivan el crimen son enrevesadas. Las circunstancias de su comisión se ofrecen como caso de habitación cerrada cuando en absoluto lo son. Las indagaciones en sí son fastidiosas e irrelevantes. La resolución encuentra al lector indiferente, cautivado por la ciudad y los personajes.

Y no le favorece nada a la intriga, pero sí en cambio le da valiosa singularidad al conjunto, el aire de irrealidad que abarca a todo el libro. Una atmósfera onírica activada por la solitaria entrada nocturna en la ciudad, alentada primero por el singular descubrimiento del cadáver, después por la desaparición del escenario del crimen con aquél dentro, sostenida por las rupturas de la cuarta pared (páginas138 y 282) y por los excesos característicos.

Ah, una advertencia para terminar: Mucho cuidado con la palabra considerado/considerada en cualquier reseña relativa a un libro/novela. Es una elusión de responsabilidad de dicha opinión, y un indicio alarmante de estar ante un bulo arteramente liberado para su propagación.

miércoles, 4 de julio de 2012

"Vive como puedas", Joaquín Berges.

La relación entre el lector y un libro es muy personal. Hay libros con los que conectas y otros con los que no.

Para mí, "Vive como puedas" es un claro ejemplo de ausencia de vínculo con un libro. Pero no es el típico caso, ya que es un espécimen raro, con el cual he estado siempre incomodo, incapaz de apreciar las virtudes y cualidades que iba descubriendo, con el que me he reído mientras su lectura me hastiaba.

En cambio, seguro que a mucha gente le gustará este libro. Sería lo normal. De hecho las opiniones, al parecer, son mayoritariamente favorables. La culpa de que me haya caído tan gordo es únicamente mía.

Con "Vive como puedas" tengo la misma sensación que con uno de los amigos que hizo mi señora en los años de universidad. Un tío sin duda educado, inteligente, brillante académicamente, triunfador en lo profesional, fracasado en lo personal. Un chistoso agotador, de esos que tienen la necesidad de caer bien inmediatamente, que el día que sois presentados no se toma tiempo para conocerte y ver de qué palo vas, sino que desde el minuto uno no deja de decir chorradas, la mayoría sin ninguna gracia. Éste, además, orgulloso de ser del Atlético. Esa primera y trascendental impresión lastró mi mitad de la relación, gobernada por el establecimiento de una distancia prudencial, y dificultó la empatía cuando una noche, cenando en casa, circunspecto confesó su desdicha familiar y demandó nuestro apoyo, comprensión y consejo.

Me ha sido imposible descubrir de qué va esta novela, comprender cuáles son sus verdaderas intenciones. Porque esta claro que no sólo se trata de hacer reír al lector. Esta incapacidad me molesta, y me frustra que el esmero de Joaquín Berges en el diseño preciso de la obra y su preocupación por los detalles no tengan recompensa. Pero esa simetría y equilibrio tan perfectos perjudican a la historia, la impregnan de impostura y artificio.

La decisión de darle a "Vive como puedas" un marcado aire de convencional comedia de situación es respetable, lógica y estéticamente coherente con el argumento. Sin embargo, esa banalidad impide profundizar, siquiera entrar, y disuade de respetar el resultado. Manteniendo esa coherencia estética, se puede decir que es más bien como un payaso pusilánime e inseguro que, protegido tras su cara pintada y el disfraz, gana tiempo para decidir si quiere o no ser tomado en serio.

Este payaso, su representante o el promotor del espectáculo, no han acertado con la transmisión del mensaje sustancial que la actuación seguro encierra. No pueden sorprenderse si la atención del público se queda en la originalidad de su maquillaje, en lo estrafalario que es su traje o en la aparatosidad de la coreografía. No pueden quejarse porque niños y mayores sólo busquen el entretenimiento, porque exijan una sucesión ininterrumpida de payasadas que les distraigan, o porque encuentren aburridos y fuera de lugar los momentos en los que el clon se pone taciturno o trascendental.

No era esa la intención de  Joaquín Berges. Él puso meritorio empeño en crear un ingenio multiusos perfecto, también ficticio e irreal, que sirviera para motivar o para divertir, para reflexionar o para evadir, para reír o para llorar. Una empresa excesiva, y excesivos los ingredientes.

Demasiados discursos diferentes. Por separado, todos son sensatos e interesantes. Juntos, en cambio, se muestran incompatibles. El alegato ecologista es muy forzado y quimérico. Y las reflexiones más inteligentes y brillantes, sobre la vida y el paso del tiempo, sobre las esperanzas o la felicidad, al centrarse los esfuerzos en la búsqueda de la chanza, corren peligro de pasar desapercibidas.

Siempre me cayó mejor ese otro compañero que tuvo mi mujer en la facultad. Prudente y discreto, el día que nos conocimos nos tanteamos y observamos mientras charlábamos tranquilamente. Así, de forma natural surgió la complicidad y la simpatía, favorecidas por el hecho de ser del mismo equipo y, de mi parte, por la elegancia y admirable deportividad con la que sobrellevaba el tener el mismo gusto que yo para las mujeres.

Más información sobre "Vive como puedas" y Joaquín Berges.