martes, 27 de marzo de 2012

"Mujer abrazada a un cuervo", de Ismael Martínez Biurrun

Todo es extraño en Ismael Martínez Biurrun. Insólitos son sus libros, los cuales abordan temas sorprendentes, procuran ambientes lóbregos y son orlados con portadas raras, acertadas por sugerentes, elegantes las de Salto de Página, incongruente y disuasoria, inmerecida la de la laureada "Rojo alma, negro sombra". Singular es el lugar que ocupa en el paisaje literario patrio. Única, audaz, sugestiva es su propuesta. Excepcionales y eficaces los frutos. Misterioso que todavía una gran editorial no le haya convencido.

Mejor para los de Salto de Página, que lo aprovechen. Mucho mérito tienen al haber descubierto y alentado la originalidad de este autor que, en "Mujer abrazada a un cuervo", mezcla con acierto y sin que se le corte la emulsión, diversos géneros. El Terror Gótico clásico, el Thriller Médico convencional, la Novela Histórica tradicional, una Ciencia Ficción liberada de preocupaciones, en la que el rigor científico es superado a base de soluciones sencillas proporcionadas por la Fantasía, todos ellos conviven con normalidad.

Cada género tiene su espacio, su tiempo, una misión que cumplir y, también, unos tópicos, revisados pero reconocibles, que aportar. El resultado recuerda a "El libro del juicio final" de Connie Willis por la existencia de elementos comunes, a la vez que reclama su originalidad con profundas diferencias. Es una historia lograda, amena y bien resuelta a pesar de algún desvarío dramático extirpable que, por momentos, hace temer el fracaso de la empresa. 

Tal vez la novela no sea perfecta, mas cuál lo es. Se le pueden poner algunos peros, pequeños, como inevitables lugares comunes, escenas innecesarias o licencias argumentales. Y hay que señalarlos porque  es obligado ser exigente con quien se tiene la convicción de que puede hacerlo impecable.

No obstante, estas pegas ni ocultan ni superan los méritos y aciertos, que son más y mayores. Entre estos están una trama trabajada, equilibrada en su complejidad, que se sostiene bien desarrollada y con un ritmo cuasi constante. Una inesperada preocupación estética, un compromiso con el lenguaje superior a lo habitual, que proporcionan fortaleza, cuerpo y elegancia al texto. Y unos personajes en los que se percibe el esfuerzo por singularizarlos, dotarlos de personalidad y dibujarlos perfectamente, dejando Ismael Martínez Biurrun sólo uno de ellos simplemente esbozado, difuso, obligado por la intriga.

Estamos, pues, ante un autor prometedor, ya reconocido mas todavía relativamente joven, con mucho tiempo aún por delante. Seguro que Ismael Martínez Biurrun, con sus tres primeras novelas, no ha ofrecido lo mejor que puede llegar a dar. Tampoco cabe duda que, cuando se centre en construir una historia sólida, más austera si es necesario pero carente de soluciones fáciles, cuando controle sus pasiones, evite desvaríos y reprima vicios, cuando madure, entregará a sus editores magníficos productos.

Con dicha esperanza es con la que vamos ansiosos a comprar "El escondite de Grisha", y comprobar si definitivamente ha dado con la tecla, o, por lo menos, sigue recto camino de eso.

martes, 20 de marzo de 2012

"La devoción del sospechoso X", Keigo Higashino

"Colombo" era, y sigue siendo, ahora en Nitro creo, una misteriosa maravilla. El encanto de su protagonista no es suficiente explicación del éxito de unos capítulos en los que se repetía sistemáticamente la estructura, en los que se sabía desde el principio quién era el asesino y dónde no había duda de las capacidades del teniente para desenmascararlo.

Quizá su secreto estaba en que sus guionistas iban por derecho, con la verdad por delante y las cartas boca arriba. Sin trampa ni cartón se mostraba la comisión del crimen, el posterior encubrimiento, la fabricación de una coartada o la eliminación de posibles pruebas. Tareas todas ellas inútiles, porque luego llegaba Colombo y asistíamos al duelo intelectual con su contrincante, disfrutábamos el persistente acoso, acorralamiento y derribo final.

En "La devoción del sospechoso X" el lector va a encontrar esta misma fórmula, básicamente traicionada. El resultado puede que produzca unos efectos similares en cuanto a entretenimiento, mas deja cierto regusto amargo en paladares sutiles y exigentes.

La pretensión de Keigo Higashino querer ir un paso más allá, de no conformarse con importar la receta trasladándola a una cultura ya no tan ajena ni exótica, adornándola con unos personajes de ojos rasgados o la pretenciosa y fallida épica de un combate mental entre dos protagonistas con capacidades superiores, le lleva a quebrar el compromiso fundamental de lealtad con el lector.

Esta nueva vuelta de tuerca propuesta no provocará que ésta se pase de rosca, mas no tiene mérito alguno porque no es tal. Es una trampa, una burla obrada con medias verdades y una gran elipsis. Y no me refiero a la sucesión de ingeniosas y certeras celadas cuya existencia está justificada en el legítimo intento de engañar a los investigadores y, con esa disculpa, al lector.

Tampoco las verdades parciales que exclusivamente van destinadas al que está a este lado del papel, la verdad sea dicha un par tan sólo, serían graves delitos, ni siquiera faltas leves, sino útiles herramientas de las que puede servirse lícitamente un escritor, si no se hubiera postulado éste, en las primeras cincuenta páginas, como adalid de la sinceridad y de ir de cara. 

Incluso, siendo generosos, se podría tolerar como recurso la esencial omisión que sustenta gran parte del mérito que pueda tener el argumento, si no fuera porque el sostenimiento de tal mentira implica un desarrollo superficial de los personajes. Keigo Higashino reconoce, en un fundamental, polisémico y esclarecedor diálogo, que no son más que engranajes. Cierto, y algunos de los que él ha utilizado chirrían a causa de lo forzado que está el mecanismo. Los comportamientos están condicionados por la efectividad de la artimaña ideada por su creador. Los que no son convencionales son manifiestamente artificiales en su proceder, y la introversión endémica del carácter nipón no es explicación suficiente de sus personalidades. Únicamente, cuando todo se ha aclarado, son libres para mostrar sentimientos naturales y reacciones esperadas por obvias.

Si Keigo Higashino quería de verdad haber sorprendido debería haber mostrado por fin a la mujer de Colombo. Una discreta belleza oriental, sumisa, obediente, callada, un rostro milagrosamente joven, hermoso, sereno, enmarcado por una lisa, morena, larguísima melena. Pero "La devoción del sospechoso X" únicamente desconcierta como la demostración de que dos millones de japoneses también pueden equivocarse.

Puestos a leer una historia japonesa semejante en algunos aspectos, pero mucho más sincera, mejor probar con "Out", de Natasuo Kirino.

Más información sobre "La devoción del sospechoso X" y Keigo Higashino.

martes, 13 de marzo de 2012

"El grano de maíz rojo", de José Jiménez Lozano


José Jiménez Lozano  fue galardonado en 1992 con el Premio Nacional de las Letras Españolas. Recibió el Premio Cervantes de Literatura en Lengua Castellana en 2002. Un artículo suyo, "Sobre el español y sus asuntos", fue reconocido con el Premio Nacional de Periodismo Miguel Delibes en el último año del siglo pasado. Y, desde 1989, forma parte del palmarés del Premio Nacional de la Crítica gracias a "El grano de maíz rojo".

Uno de los objetivos de este tipo de premios es lograr que las obras y autores honrados alcancen mayor popularidad. Pues reto a que se encuentre, fuera de Castilla y León, un libro de José Jiménez Lozano en alguna librería. Ni siquiera las últimas novelas publicadas por Seix BarralEdiciones Encuentro o RBA, o la recopilación de sus cuentos por parte de Ediciones Cátedra.

Estamos hablando del autor que, desaparecidos Camilo José Cela, Francisco Ayala y Miguel Delibes, debe ser el pater familias de la literatura castellana, y en castellano, no un desconocido para la mayoría. Ese título de dómine no se lo dan los premios, que ésos, al fin y al cabo, no son mérito suyo y se los pueden otorgar a cualquiera, sino la calidad de su obra y la profundidad de su pensamiento.

Por ejemplo, "El grano de maíz rojo" es una demostración de lo que es literatura pura y exquisita. De cómo plasmar en el papel dudas, preguntas, miedos, opiniones, certezas o ascos, comprometido estética e intelectualmente, utilizando imágenes, situaciones, ejemplos sugerentes, con gran poder evocador y provocador de una respuesta por parte de un lector cómplice y exigido.

Los cuentos de esta colección se caracterizan por su sencillez y agudeza. Poemas que por necesidad, en un momento temprano de su desarrollo embrionario, mutaron y evolucionaron como raquíticas criaturas prosaicas, pero evidenciando indudables vestigios líricos, son breves, salvo el que da nombre al conjunto, y todos ellos precisos en su mensaje e intención. Su estructura y diseño están ideados para cumplir con eficacia una tarea básica. José Jiménez Lozano siente la necesidad de compartir pensamientos, temores, dilemas, incertidumbres, convicciones, de dar testimonio de injusticias e incongruencias, por medio de elementales e ilustrativos tropos, utilizando un lenguaje propio, de signos reconocibles e interpretables, muy sugestivo, y un hilo de ironía sutil, perversa y sañuda.

"El grano de maíz rojo" son treinta y un relatos, treinta y una propuestas de debate especulativo con quien se preste. Treinta y una cuestiones que permiten abarcar muchos temas, ordenados, lo cual le da unidad, desde lo más amplio a lo más concreto, desde lo inmaterial, abstracto e indefinido a lo cercano y cotidiano. De lo inasible a lo sufrido.

Comienza planteado recelos etiológicos. Luego concreta en el fenómeno religioso, discute su papel y el carácter incuestionable de sus principios y dogmas, para centrarse en el cristianismo y, sobre todo, en la Iglesia, a la que somete a una descarnada revisión. Surgen temas como la hipocresía, la imposición de doctrina, la intolerancia y falta de clemencia; la manipulación de la figura de Jesucristo, la distorsión del mensaje original; su obcecación por el poder, la riqueza y el boato; su alejamiento de la grey a la que sometió al imperio del miedo y la culpa por medio de herramientas tales como los pecados y los milagros, y a la que se le negó cualquier tipo de disfrute, no ya placer.

En la segunda mitad José Jiménez Lozano se centra en la historia, circunstancias y evolución de España y de los españoles. Es entonces cuando se repiten las imágenes de casas solariegas, situadas en parajes hermosos pero alejados y solitarios, con un pasado esplendoroso y ahora cerradas o abandonadas. O las historias de personajes enfermos, impedidos, alienados o retrasados, que son cuidados por madres o hermanas acaparadoras.

Muy estimulante la lectura de esta colección y ejemplo, repito, de lo que es literatura. Una literatura vigente y actual que ha de ser rescatada.  

Más información sobre "El grano de maíz rojo" y José Jiménez Lozano.

miércoles, 7 de marzo de 2012

"Trifulca a la vista",de Nancy Mitford

Sigamos riendo. Después de una despreocupada y absoluta broma, un divertimento anecdótico, he aquí otra obra básicamente humorística pero peorintencionada, que busca u ofrece el humor en el marco de una novela convencional, y lo utiliza como la herramienta, el ingrediente corrosivo con el que atacar, mostrar o limpiar algunos, muchos aspectos de una sociedad en el ocaso.

"Trifulca a la vista", con cuya publicación Libros del Asteroide  culmina la tarea de recuperación de la obra de Nancy Mitford, es un producto propio de su época, tanto en la forma como en el fondo. Escrita en 1935, la historia narrada es indefinidamente contemporánea, la vitriólica al mismo tiempo que amable descripción de un mundo consciente de su decadencia, que inocente se debate entre el nostálgico pasado y un tentador futuro renovador.

Es como si en el equipo de guionistas de la elegante y seductora "Downton Abbey" se colase un joven Tom Sharpe apocado, sin influencia dentro del grupo, pero capaz de colar de vez en cuando una de sus puyas. Nancy Mitford es una brillante representante de esa literatura ligera y costumbrista británica tan interesante por la perspicacia e ingenio aplicados a diálogos y situaciones, pero todavía sujeta a la realidad, sin llevar las personalidades ni los argumentos al extremo absurdo y desternillante, pero irreal, como autores posteriores.

Armada con la ironía y el sarcasmo bien afilados, pero poniendo también cariño y afecto, Nancy Mitford ataca a, y se ríe de, todo lo que se mueve, empezando por ella misma, siguiendo por los suyos y acabando por los que la rodean. Y hace sangre en lo que más juego da, en lo que más fácilmente se puede ridiculizar, los orgullosos y pretenciosos miembros de la clase alta, los arribistas, los círculos artísticos y sus crédulos mecenas, y los emergentes movimientos fascistas, motivo por el que principalmente se ha publicitado.Y por el que este libro se guardó en un cajón.

En el prólogo se dan tres razones, pero la sobrina les otorga una relevancia equivocada. La fundamental es que el libro, siendo ameno y entretenido, no tiene la altura ni la calidad suficiente y la autora era consciente de ello. A partir de ahí se puede suponer que decidió que la publicación y defensa de la obra no compensaban la asunción del enfado de dos hermanas y de su cuñado el capitán. Los fascistas no tenían sentido del humor, no se lo podían permitir, porque sus actitudes eran sumamente ridículas y sus argumentos difícilmente sostenibles, y aquél era arma suficiente para derrotarlos. Si Nancy Mitford no quería molestar a esa parte de la familia, que sólo veían la burla pero eran incapaces de percibir la condescendencia con la que en realidad eran tratados, debería haberse planteado cortarse la lengua y la mano derecha. Esa solución tal vez sí les hubiera satisfecho. 

Más poderoso y plausible es el argumento de que, vistas las trágicas consecuencias que tuvieron dichas ideologías, no estaba en absoluto orgullosa del tono cándido, ácido pero lúdico, de la novela, ni de la frivolidad de alguna de las afirmaciones, las de la página 140 por ejemplo, que reflejan su simpatía por parte de ese ideario. Nancy Mitford se quedó en la superficie. Fue consciente de lo grotesco de su parafernalia, pero incapaz de ver lo relevante, el peligro que entrañaba un mensaje que respetaba y, de alguna manera, compartía.

Ahora, con la perspectiva que da la distancia suficiente, puede leerse este documento como un ejemplo de tibieza, e intentar entender la impasibilidad con la que buena parte de la sociedad consintió esas actitudes.

Si eso no es posible, sí lo es sorprenderse con la moderna naturalidad con la que son tratados temas como la igualdad, la liberación sexual, el adulterio, el divorcio y el cinismo usado al hablar de instituciones como el matrimonio o la familia. 

Esa normalidad y desvergüenza demuestran, más que lo avanzado que estaban entonces, el retraso de cuarenta años que sufrimos nosotros.