miércoles, 12 de octubre de 2011

"Purga", de Sofi Oksanen.


Demasiado ruido para no tantas nueces.

No llego a decir que me la hayan vuelto a colar, porque no está mal, pero apenas justifica la expectación previa, las eufóricas noticias sobre su publicación, la pugna por sus derechos en la feria de Frankfurt, en la que salió victoriosa Ediciones Salamandra, o los calificativos hinchados. Sin todo eso, "Purga" sería una novela más, que pasaría por las librerías sin pena ni gloria, llamando seguro la atención en determinados círculos, aunque incapaz la fuerza del boca-oído de elevarla a la notoriedad. 

No sé si lo será, pinta no tiene, pero a Sofi Oksanen le sobran aptitudes para ser una gran surfista. Tiene instinto, sabe dónde y cómo colocarse para coger una ola y mantenerse en la cresta. Elige unos temas preocupantes, merecedores, por supuesto, de denuncia, y a la vez, eso es lo importante, en boga y políticamente correctos; los aprovecha, escribe algo digno, nada más, se agarra fuerte y deja que la corriente de opinión, la publicidad, el mercado y la moda la alcen, que ya sabrá ella mantenerse a base de imagen, declaraciones y poses.

Mas por muy grande que sea la ola siempre se acaba en la orilla. ¿Y qué quedará? Aunque todavía es pronto, no le auguro que sea un grano de arena más grande que los demás.

El compromiso es importante, no suficiente. "Purga" denuncia y señala el trato y el olvido sufrido por un pueblo, el estonio, a lo largo del siglo pasado, cuáles han sido las circunstancias en las que ha tenido que vivir, describe cómo éste se ha comportado y cuáles las alternativas elegidas por sus ciudadanos ante las sucesivas ocupaciones. Se preocupa por su futuro, por el modo en que intenta adaptarse, cerrar heridas, y alcanzar una normalidad como país independiente. Es sólo la música de fondo, el paisaje, un contexto mucho más atractivo, real y mejor desarrollado que el núcleo.

El tema principal es una cuestión atávica y universal, aquí circunscrita a los últimos ochenta años de historia de territorios que formaron parte de la antigua U.R.S.S, el mal trato dado a la mujer, su dominación, marginación, humillación, explotación y violación; también la declaración y demostración de su fuerza, resistencia, valentía, sacrificio y de su capacidad de amar. Eso está muy bien y de actualidad. Otra cosa son los méritos literarios y el resultado.

A la obra le cuesta arrancar y se nota demasiado el ascendiente teatral, del cual únicamente se libera plenamente durante la segunda de las cinco partes en que se divide, con diferencia la más lograda, cuando se abre el plano, el escenario se muestra más amplio, la historia se agranda, unos personajes que amenazaban con caer en el maniqueísmo se muestran por fin complejos, la redacción es precisa y el ritmo constante.

La estructura elegida, un recurso literario legítimo, esconde bajo la superficial intención de presentar de forma paralela dos historias, otras soterradas y ambas fallidas, la de camuflar su origen teatral y la de alcanzar un clímax final sorprendente, para lo cual en determinados momentos es inconsecuente y, por lo tanto, tramposa.

Con unos temas tratados tan duros y conmovedores, choca que el resultado sea frío y distante. Entre las causas están tanto la teatralidad, de nuevo, como el abrir muchos frentes que, al ser tratados alternativamente, no logran la empatía del lector. Únicamente cuando se centra y mantiene en uno de los hilos narrativos, desarrollándolo, es uno persuadido por la obra.

El uso del lenguaje teatral tiene también sus virtudes, como la existencia de varios niveles de lectura e interpretación, o la propuesta de unas imágenes eficaces algunas e impactantes, brutales y faltas de sutileza otras.

No estoy enfadado, ni me siento estafado, simplemente estoy decepcionado. Y la decepción siempre es directamente proporcional a la ilusión depositada en una lectura. Cada libro es él y sus circunstancias, y si en algo éstas le benefician también es justo que le lastren. Seguro que si la hubiera leído sin condicionamiento previo alguno mi opinión sería distinta, si no más favorable sí más comprensiva. Pero en cualquiera de los casos hubiera dicho que las últimas veinte páginas son prescindibles, no sorprenden, no aportan casi nada, y lo poco que añaden podría haber sido incluido de otro modo a lo largo de la obra. 


Sinopsis y más información sobre Sofi Oksanen