miércoles, 20 de julio de 2011

"La nueva taxidermia", de Mercedes Cebrián


"La nueva taxidermia" es como su portada. Lo que ven fuera es lo que van a encontrar dentro. Si es de su gusto el exterior les satisfará lo qué cuenta y cómo lo cuenta Mercedes Cebrián.

A mí me gustó la portada y por eso lo compré. Me gustó la preocupación por el diseño, la alusión a la moda, el aire vintage y algo chic, con una pizca de humor, y evocador de los recortables infantiles. Todo eso lo hay también en el interior: Inteligencia, gusto, elegancia y equilibrio.

"La nueva taxidermia" consta de dos, como la Editorial Mondadori publicita, nouvelles, término que remarca que son algo más que dos relatos, tanto por su longitud como por la profundidad y densidad de su contenido. Ambos textos tratan cómo las personas se enfrentan al medio que les disgusta o les inquieta, y la estrategia adoptada para resolver la cuestión es distinta en cada historia, en un caso modificar y alterar ese entorno y, en el otro, fabricar los útiles necesarios para defenderse y comunicarse.

Pero hay mucho más. Mercedes Cebrián aprovecha para evidenciar y ridiculizar la sociedad y cultura actual, a lo peor demasiado actual y focalizada en un instante concreto, la cual es revisada de arriba a abajo, desde aspectos generales como las relaciones personales, la incomunicación o la soledad, hasta cuestiones más concretas y materiales, el sometimiento al consumo, las modas y el diseño, conceptos que debidamente combinados dan lugar a las tendencias, las perfectas herramientas para una manipulación indolora.

Y todo eso lo hace con un pleno dominio del lenguaje y la sintaxis que le permite controlar el tono adecuado en cada momento, mordaz, reflexivo, frívolo o nostálgico, y dosificar el mensaje.

El resultado son "Qué inmortal he sido" y "Voz de dar malas noticias", unos textos amenos y fluidos, con unas descripciones agudas, sutilmente irónicas o abiertamente crueles que recuerdan a otro autor de la casa, el Javier Calvo de "Mundo maravilloso" y, en menor medida, de "Corona de flores". Cierto que éste es más exagerado, pero utiliza referencias más obvias o clásicas, que soportan el paso del tiempo, a diferencia de Mercedes Cebrián, cuyas imágenes tienen pleno sentido para una generación, pero su significado y connotaciones se perderán para las siguientes o no son ya completamente comprendidas por las anteriores, por ejemplo lo relativo al sistema educativo de los ochenta o a unos gustos decorativos muy concretos.

El tiempo dará o quitará razones. Yo, que comparto promoción con Mercedes, he disfrutado con la lectura.

miércoles, 13 de julio de 2011

"Claus y Lucas", de Agota Kristof


Agota Kristof es una escritora de origen húngaro, país del cual escapó junto con su marido e hija recién nacida a los veintiún años, en 1956.

Y mucho de ella hay en esta admirable e impactante obra, profunda y, a la vez, de muy fácil lectura.

"Claus y Lucas" reúne en un volumen tres textos publicados inicialmente por separado. Y el resultado es algo más grande y pleno de sentido.

Leídos individualmente, "El gran cuaderno" es un sorprendente y muy interesante cuento cruel y amoral sobre la guerra y los efectos en las personas, una colección de ejercicios de redacción escolares que sin necesidad de juicios morales, simplemente con una sintaxis elemental y un vocabulario preciso y objetivo evidencia el relativismo, la hipocresía, crueldad y deshonestidad de una sociedad sometida a una situación extrema.

"La prueba" sería un meritorio y convencional retrato de un pueblo que, sin poder recuperarse de la pérdida de valores que produjo la guerra, es sometido al absolutismo comunista que embota los sentimientos y afanes individuales. 

Sin referencias previas "La tercera mentira" no tendría sentido, la fuerza de las metáforas se diluiría, la delicada demostración de cómo la literatura se nutre de la realidad en el proceso creativo se perdería, y tal vez únicamente se entendería el papel del arte como medio de evadirse de una realidad insoportable. Su razón de ser es completar, explicar y rematar lo anterior.

Los tres textos forman una unidad. Y así deben ser leídos, conjuntamente y en orden, para que se puedan comprender plenamente el sentido y todas las intenciones de la obra, la profundidad de sus significados, y apreciar una estructura que evoluciona y agranda, se enreda y enriquece, con cambios de puntos de vista, saltos temporales y alternancias entre sueño y realidad.

Una explicación de porqué se publicaron a medida que iban siendo escritos sería que esta historia fuera creciendo y obsesionando a la autora, que los personajes la persiguieran reclamando y exigiendo que viera las posibilidades y aprovechara para saldar cuentas propias. Y el fruto de esta lenta decantación es una novela sencilla, hermosa en su brutalidad e impiedad, abierta a interpretaciones y que denuncia las injusticias que se han cometido en Europa en buena parte del siglo XX.

Más información sobre: "Claus y Lucas" y Agota Kristof

miércoles, 6 de julio de 2011

"No es elegante matar a una mujer descalza", de Raúl del Pozo


La Barcelona del siglo XX ha sido escenario de más novelas que Madrid. Si no de más sí de mejores. Barcelona es un personaje más complejo y atractivo, sobre todo como decorado para una novela negra. Como excepcional (no de bueno, sino de escaso) ejemplo de novelas policíacas con Madrid de marco, en algún sitio se citaban las "inencontrables" novelas de Raúl del Pozo. No se ha perdido nada irreemplazable.

"No es elegante matar a una mujer descalza" es poco más que el fruto de una apuesta o sugerencia arrojada por un amigo editor, o el meritorio trabajo final de un taller literario. Una novelita, pequeña no por su calidad literaria sino por sus pretensiones, no tanto por el resultado como por su concepción. Bien escrita, es una idea sencilla, básica, poco trabajada y esquemáticamente desarrollada, agarrotadamente ortodoxa y rigurosamente fiel a las reglas del género, sin errores pero tampoco aportando alguna novedad.

Sí se ve esfuerzo en presentar unos personajes, arquetípicos y nada originales, pero bien definidos y lamentablemente dilapidados. A partir de ahí, vueltas y vueltas a una historia simple hasta lo ridículo que únicamente cuenta con dos elementos particulares, la distancia temporal entre la comisión del delito y su descubrimiento, excusa fallida para revisar un momento fundamental de nuestra historia reciente, y las peculiares circunstancias en las que es encontrada la víctima, las cuales van a tener una explicación vulgar.

Aparte de esto, el argumento no tiene interés ni mérito. Marear la perdiz, sirviéndose de alguna trampa, durante unas ciento cincuenta páginas para retrasar una resolución que se hubiera logrado con sólo agilizar un par de trámites policiales.

Si la historia no justifica el empeño de escribir, y menos aún el ánimo de leer, sólo quedan dos motivos, lograr un ejercicio literario de calidad que pueda ser disfrutado y ser reflejo de una época relevante e ilustración de una ciudad. Sobre lo primero, destaca la precisión y austeridad de Raúl del Pozo, y su disposición a homenajear el argot judicial y policial.

En cuanto a la relevancia de "No es elegante matar a una mujer descalza" como testimonio de la Transición, lo que debería ser su mayor mérito se queda en oportunidad desperdiciada. Veinte años después, todo se reduce a una enumeración de recuerdos, apenas pinceladas, impresiones manidas sin ninguna profundidad.

Y doblemente desaprovechada queda Madrid, apenas esbozada en los dos momentos en los que transcurre el relato. Esto no puede ser un ejemplo de novela sobre Madrid.